domingo, 20 de mayo de 2007

COMENTARIOS CRÍTICOS Y MENCIÓN DE LA OBRA

“El hondo silencio de toda locura”
por Orlando Valdez
Los Lanzallamas. Rosario.2001

El silencio ha sido comúnmente asociado al vacío y a la ausencia.

Orlando Valdez viene a decirnos que el más hondo silencio (sea de aurora o de tormenta), da vueltas y vueltas como ave liberada, que da vueltas y vueltas hasta volar o volver muerta a su jaula. Así es el otro silencio, el hondo silencio de toda locura.
Comúnmente el resplandor de la primera luz es considerado el milagro del renacimiento, el milagro de Aurora, la de pies ligeros, que regresa. Orlando Valdez viene a decirnos que cuando se iban las estrellas el color de la noche todavía veneraba, y que cuando irrumpe el cantar de los pájaros lo que cuenta es el final, que es el inicio del día de los otros.
Difícil reconocer una tradición y antecedentes en estos poemas de ritmo sincopado, de largo aliento sin puntuaciones y escandido a golpes. Quizás por momentos podría rastrearse difusamente la digna progenie del Girondo de En la masmédula, o de Vallejo quizás.
Versos cortos, con imágenes contundentes, interrumpiéndose o comenzando a partir de una interrupción, con divisiones de estrofas o dobles espacios marcando finales ni pausas sino más bien suspensión del aliento para continuar en mayor sofocación. Porque son de densa gravedad estos poemas, y su música juega con el silencio, y sus imágenes con las sombras, los dos ejes (temáticos, simbólicos, metáforicos) que guían el libro.

MARCOS RÉBORA
EL LITORAL
Primera Sección

16 – de Santa Fe.
Viernes, 4 de enero de 2002


Poemas breves y concisos, densos y replegados sobre si mismos como puños apretados, a veces, pero sin crispación, gesto de la mano que se cierra sobre algo asido como agua o arena, eso que no se puede retener mas que un instante pero que se guardan, se resguardan en las palabras que “nombran­­ rostros y restos”, “pertenencias” del silencio hondo o hundido en la memoria que memora, memoriza un calor, un color, el símbolo de algo que se perdió y vuelve a ser en el poema. Orlando Valdez, es una voz que apela a una poesía despojada, a una mirada detenida en el germen de sus obsesiones recurrentes en el lenguaje : el dolor, el amor, la pérdida, el otro, los otros no nombrados y su yo centrado en la naturaleza, pájaros libres o enjaulados, flores, naturaleza que sobrevive en el poema como otro tema entrelineado, indecible “pero que es mas que eso”.

Es partir el verbo para mirar y verse al mismo tiempo que se duplican el juego semántico, los sentidos, los significados, los giros, después, y después de enunciar entre afirmaciones e incertidumbre que niegan cuando se preguntan lo que antes se da por hecho. El poeta como sujeto que no se sujeta a ser un blanco del enunciado, que enuncia para denunciar y denunciarse en “niebla callada”, “un Dios que no hubo”, “ huellas que no había”, “el filo de un cuchillo silencioso”, sin yo, las mas de las veces, o sin él, que corta los versos cortos, la respiración profunda y suave de los poemas “y otro es el que viaja” “y el día es de los otros” y también : “tengo mis huesos y el de los otros”, el, no los... huesos todos, alguno que es todos los huesos, quizás.
Valdez, el poeta, está como ” la luz de la vela” apenas alumbrado, escindido en la luz y la sombra de esta poesía que tiene como el pabilo un hilo que se quema para iluminar algún altar, algo sagrado que se menciona como una zona de duda, de Dios o de dioses ajenos al credo de esta fe poética. A esta búsqueda de una fe o “fuego del desvelo” “en la blanca lacrada hoja” “dentro de la palabra” Orlando Valdez, escribe ese silencio hondo del mundo, arena o ceniza ceremonial, bendición o sacramental penitencia, intención de alcanzar el espíritu de algo superior que redima toda locura humana o divina, en lo que queda de lo que fue o pudo ser palabra y esahora metáfora de silencio, símbolo de mudez. Toda la locura guardada en las palabras dadas “como antídoto”, contraveneno de un dolor acallado, duro y leve como el titanio.

Algo que pesa sin que se note, que denota porque significa amor, dulce cuerda locura que busca la manera de gritar todo mal y todo bien, pero desde esa vía media de la poesía, esa senda justa donde poder expresar y expresarse. Queda de la lectura de esta poesía suya, la emoción estética que produce una escritura hecha de una economía verbal que amplía en esa economía esencial el tema de cada poema. Y ese estar en él y en los otros, como otro, como todos.


¿Qué es la poesía sino eso que nos deja perplejos porque nos abarca y nos refleja en el espejo “de la blanca lacrada hoja” “dentro de la palabra” ? Ese misterio. Esa certeza. Ese hilo de Ariadna de la poesía que siempre nos salva.


Concepción Bertone



Palabras Preliminares


Estos poemas de Orlando Valdez son una profunda reflexión sobre la comunicación del hecho estético - del hecho poético - y la palabra portadora de significado. El hilo que desenmaraña esta madeja, podría ser el título del volumen que también es el título del poema que cierra la primera parte del mismo. Para Orlando Valdez la locura es un modo del caos. El silencio también lo es, en cuanto representa la unión pictórica con la palabra sobre la página en blanco: dueña esta de toda la poesía y de toda sugerencia. Este concepto - que no es de Rimbaud sino de Stéphan Mallarmé y está expresado en “Brisa marina” - incluye esta obra en la sospecha que instauró el simbolismo sobre la poesía y también sobre la su comunicabilidad de la cual hablaba en el primer párrafo de este texto. No hace falta hacer nuevas disquisiciones sobre este hecho. Lo que me asombra - y por su puesto asombrará al lector - es la aparición de un universo subyacente a la página, subliminal a la conciencia, en donde la labor del poeta se hunde para darle su lugar en el lenguaje. Si la página en blanco es el universo de sugerencias, la imagen del ave liberada también lo es, con la, paradoja de que esta ave lleva la muerte de la libertad anunciada en su momento anterior al vuelo: anunciada en el momento que todavía la página es “aurora” o “blanca hoja/dentro de la palabra”. Estas paradojas, ¿ explican la lucha por desentrañar un lenguaje que la comunique ?. La adjetivación de sustantivos, la ausencia de verbos conjugados, la resolución de poemas en imágenes concisas, que emergen después de una tormenta navegando en el blanco mar de la página, estos rasgos estilísticos, ¿ representan esta lucha ?. Me atrevería a afirmarlo. Hace ya un tiempo fui jurado de un concurso en donde conocí poemas de Orlando Valdez sin saber quién era el autor. Advertí la preocupación por dar un mensaje que comparta con el lector su navegación por las aguas profundas de reflexiones maduras. Estos poemas son ese resultado.


ALBERTO LAGUNAS





LA COBARDÍA FEROZ DEL SILENCIO
Ed. Menta Producciones
Primera Ed. Diciembre del 2007

PROLOGO
ORLANDO VALDEZ

La acomodaticia y corpórea transición en el refugio de la palabra remite,
preserva, estimula y recrea el despliegue inusitado del escape, la huida convergente de toda retórica.
Orlando Valdez se somete a la búsqueda, condice su inclusión dérmica
con el relativismo potencial de toda posibilidad. Lo que es o puede ser, lo que no es o puede no ser. Son esas marcas las que perduran ante la contradicción absurda y proclive del vacío, trascienden a la monstruosa pavura de los ojos en la mudez.
La cobardía feroz del silencio denota también rasgos de existencia, secuelas vitales, modelos inherentes a la condición humana, premoniciones subyugadas al riesgo de una entrelínea. Esa entrelínea que ausenta la materialización semántica de la propia presencia...
...La delicada incisión, la estratégica disposición escrituraría y el
sentido inductivista latente generan en la obra una frecuencia de tiempo
en el destiempo, desde la contradicción humana en función de la labor
poética. Como un signo de preguntas insoslayable la respuesta casual es
la misma causa. Las certezas nos inducen a lo más bello de la expresión.
Los caminos periféricos y secuenciales que el autor plantea conducen a la impostergable delectación estética, enquistados en la minuciosidad
selectiva de lo que se construye para no destruirse. La unívoca dirección
constante del viaje que no tiene retorno.
Valdez retorna a lo más Inmaculado del destino, como una consecuencia
inevitable de lo que puede venir o ha venido, enmarcada en los esotéricos bagajes de la palabra como suprema resignación y regeneración del mundo. La idea natural y primitiva de origen premedita
la finitud del hombre en el hombre considerando apropiada la participación mística de lo sagrado, lo divino. La efusividad cronológica de los cuerpos hasta derruirse, adentrarse a la contundencia de la muerte.
La prédica explícita ubicada en el título genérico de su poética permanece afirmativamente en la cordura valiente del decir por encima
de todos las cosas, en detrimento de lo nunca dicho, de los embates enfurecidos y regresivos del silencio. Elevarse desde la voz intrincada,
esencial, congruente y afable a los intersticios existenciales.
La concreción de lo que no vela todo transcurrir en vano. “... tras los gritos para/vencer /sólo vencer /esa vergüenza escondida /a plena luz del día...”
... la cobardía feroz del silencio concibe formas austeras de melancolía entretejidas en las fauces profundas de la experiencia, supeditadas a los influjos dotados de la indagación, ejerciendo una demostración óptima de la variedad y ubicación de los recursos estilísticos que el poeta encuentra y preserva en su hábitat referencial.
La genuina secreción fonética revela en parte cierto presagio seductor
con el optimismo anhelante de seguir descubriendo “... el segundo
día tu día agua / tal vez rompa la bruma de un sueño...”
Fabricio Simeoni

                                                                                               

LA COBARDÍA FEROZ DEL SILENCIO
Ed. Menta Producciones
Primera Ed. Diciembre del 2007
EPILOGO                                         

Orlando Valdez
en sus dos libros publicados alude al silencio. Ese silencio que puede ser vacío pero también resonancia, plenitud de paz, e incluso vientre o destino de la palabra. Pareciera a primera vista que en ambos títulos referidos Orlando se asoma a cierta connotación negativa del silencio –inmovilización de la palabra que provoca la locura o el miedo- pero su poesía, por el contrario, consagra a cada paso ese otro “silencio” que redime con y a la palabra.
Poesía de breves trazos, condensada, que juega con la musicalidad, en la que es casi imposible no dejar de percibir el susurro de la respiración del poeta ante la emoción o la conmoción del mundo, asomándose sutilmente el mar, el dolor, la hija –“del insomnio flor blanca”-, el amor, el deseo, la propia poesía y el lugar del hombre en el mundo y frente a Dios. Y la imagen siempre: “en la arena el esmeralda/ de una botella moribunda."
No quiero dejar pasar esta posibilidad de decir algo acerca de la poesía de Rosario y de este libro. Orlando ya había publicado “El hondo silencio de toda locura” cuando participó de “Los que siguen” en el 2002, esa suerte de antología que con sus falencias y defectos intentó marcar un momento de la poesía local, sacar una foto de una generación “elástica”, algunos de cuyos integrantes ya nos conocíamos, mientras que con otros nos encontramos en ese libro. En ese mapa de la poesía local –al cual el “canon” lamentablemente no le presta demasiada atención a la hora de hablar bien o mal de la “poesía ¿argentina?”-,  el “país” de la poesía de Valdez ofrece una rica geografía que sigue en expansión. –Y que además, dato no menor, agota sus ediciones de libros, vendiéndolos...-
Como colofón, recuerdo que antes de la publicación de su primer libro le dije a Orlando sobre su poesía: “Un trabajo de síntesis, donde parece ser el poema una delicada y pequeña escultura, con un esqueleto de equilibrio. Pero esas esculturas no son seres sin ojos y sin boca, no. Son seres que mesuradamente están ofreciendo un corazón, lleno de belleza y pureza.” Vale repetirlo ahora.

Lisandro González


El mezquino trazo del acto”

Primera Edición Noviembre 2012  Rosario. Ed. Laborde Editor

Segunda Edición Marzo 2013  Rosario. Ed. Laborde Editor.


PRÓLOGO – Lisandro González

La poesía de Valdez, y concretamente la  de su tercer libro “El mezquino trazo del acto”, no puedo evitar pensarla como ritmo y respiración. Dice precisamente Octavio Paz que “el poeta encanta al lenguaje por medio del ritmo. Una imagen suscita a otra. Así, la función predominante del ritmo distingue al poema de todas las otras formas literarias. El poema es un conjunto de frases, un orden verbal, fundado en el ritmo.” Y esta característica es patente en estos poemas, regidos por versos breves –algunos de una sola palabra-, pausados, pero que no detienen la lectura ni la quiebran, sino que precisamente la van sumiendo en un ritmo de respiración. Y porque no son palabras pesadas que caen, si no trazos delicados que atisban la levedad de la poesía, de la misma manera que “la madrugada/ lenta/ blandamente/ rompe/ el blanco/ de las hojas.”

Valdez habla de lo propio, pero eso propio es la conmoción del poeta ante el mundo interior y exterior que permite decantar en belleza. Como en la poesía de ee cummings o en la de Edgar Bayley, en Valdez prácticamente no hay mayúsculas ni signos de puntuación que intenten martillar sobre el lector, sino que reina una sutileza que invita a la sugerencia pero que también logra evitar la mera objetividad descriptiva.

Pero esa sutileza no le impiden a Valdez toparse con los grandes temas de la poesía, como ser la muerte, el dolor, Dios, el amor y la propia poesía y la belleza. Quizá porque el poeta es “aquel/ que vuelve/ y convierte// la sombra/ que abandona”; o aquel que a un tiempo que escribe puede decir “siembro con hambre/ mi alimento/ todopoderoso.” Y porque también transita esa experiencia de incompletud o de fracaso de la que hablaba Raúl Gustavo Aguirre y que hace posible al poema: “otra orilla alumbra/ como si pudiera alcanzarla// como si no se hubiera ido”; o bien “aparto una gota de la lluvia que no hubo”.

En las tres secciones de “El mezquino trazo del acto” como coordenadas se atisban lo terreno y la belleza “con las flores”, lo espiritual en “otro cielo” y el hombre atravesando “con la horas”.

Hay en los poemas de Valdez y en este libro en particular ciertos quiebres tanto sintácticos como semánticos pero que no alcanzan a oscurecer o hermetizar los textos, del momento que las ideas que mejor caben a la poesía son aquellas que hacen prevalecer la belleza y que nos permite disfrutar “la brisa que penumbra”.

 Del primer libro de Valdez  ha dicho Concepción Bertone que “queda de la lectura de esta poesía suya, la emoción estética que produce una escritura hecha de una economía verbal que amplía en esa economía esencial el tema de cada poema” y Alberto Lagunas que “lo que me asombra - y por su puesto asombrará al lector - es la aparición de un universo subyacente a la página, subliminal a la conciencia, en donde la labor del poeta se hunde para darle su lugar en el lenguaje”; siendo que estos despliegues y potencialidades reseñadas de su anterior poesía se hacen visibles en este nuevo volumen.

Y, como colofón, todos estos poemas son sostenidos por una verdadera emoción, por un conmoverse ante la palabra. Como aquel hombre que encuentra un árbol pequeño arrancado de raíz en la calle, lo carga al hombro y en su casa lo planta en la tierra de su patio, así el poeta intenta darle en la casa de su poesía a la palabra un hogar.

LG

 

El mezquino trazo del acto- Orlando Valdez

 Prólogo - Victoria Lovell

Lo primero que pienso frente a este título es en la cualidad del adjetivo antepuesto al sustantivo: “mezquino” y una interrogación surge, entonces.

Cuál es la condición de lo mezquino; el trazo en sí mismo o la intención de trazar un acto.

Si lo pensamos como trazo podríamos describir este libro como un conjunto de poemas breves y retomar en esta brevedad el concepto de mezquindad porque hay una economía de recursos exentos de ampulosidad retórica.

En esta traza hay una impregnación profunda de experiencias vanguardistas, que asumieron la ruptura de la tradición como manifestaciones estéticas y que hoy, el lector las hace propias como parte de la tradición.

Todo hace al poema, pura significancia, pluralidad de sentidos, estallido del lenguaje.

 Desde esta postura, la puntuación hace a la significación; el  uso de las mayúsculas en el título y en el poema el uso de minúsculas; aparece no sólo como una forma de jerarquización, ya que el título oficia como primer verso, sino también de organización.

El uso particular del guión en los títulos de Otro Cielo no siempre cumple una función aclaratoria; a veces señala una modalidad, otra entonación posible: Algo que sostiene- cuando nada es igual o Como si alumbrara- roce.

La voz, el ritmo que fluye por la escansión del verso libre y breve, ligero, logra cierta simulación, la de una lectura rápida; disimula en esa impresión los juegos paragramáticos que realiza de parónimos; de dobletes (aquellos términos con un mismo origen etimológico pero con diferente evolución fonética); por ejemplo: noche que es nombrada en lituano, italiano, francés y en el último poema se aparta del indoeuropeo para convocarla en guaraní.

Estamos frente al poema, a su escritura que se escamotea al ojo desatento, que se zambulle en sí misma y genera sus propias figuras, imágenes prístinas, trazos del acto poético: aparto una gota de la lluvia que no hubo/ para que valga el inolvido.

En el poema Con Las Horas, puede leerse su propia Ars  Poética cuando Orlando Valdez  escribe:

Y disloca cuando rompe/ como huesos la mañana/ alejándola/ de la luz que la traza/ como de mí su rostro.

Esta escritura poética puede remitirnos a la concepción de poema que tenía W.C.Williams que pasa a ser una metáfora en la que los objetos hablan y las palabras no son ya ideas sino objetos sensibles.                                                                                            

El ojo y la oreja: el objeto oído y la palabra dibujada; la imaginación no sólo ve, sino que oye, no sólo oye, también dice y no hay mezquindad, entonces, en El mezquino trazo del acto.

VL

 

“EL MEZQUINO TRAZO DEL ACTO “ de  ORLANDO VALDEZ  - NOVIEMBRE 2012  C.C. ROBERTO FONTANARROSA, ROSARIO.   

Por MARISA N. CHAZARRETA.

 En las numerosas oportunidades en que presenté a Orlando, este amigo, este colega,  en los distintos ciclos de poesía me cautivó –como a Lisandro González- esa “verdadera emoción, ese minucioso conmoverse ante la palabra” como así también la delicadeza puesta en cada lectura, rozando apenas el texto con la voz.

Comparto con Orlando Valdez el destino múltiple de las muchas horas destinadas a una actividad situada en las antípodas de la `poesía y sus inquisiciones.

Pareciera que esa demanda fuera la alquimia necesaria para obstinarse en el tramado poético o más certeramente, esa ventana salvadora “milagro o misterio queriendo/ alivio /volar de gaviota” o “la brisa que penumbra” como Orlando la nombra.

Así que acompañar la edición de “El mezquino trazo del acto” es una revancha sobre el tiempo y su erosión y la oportunidad para macerar desde adentro este nuevo poemario  compartiendo algunas reflexiones.

Cierra el libro una profusiòn de visiones acerca de la noche y con ese último doblar de la página queda la iluminación del núcleo profundo de los poemas a través de una textualidad que será a veces  plana y explìcita y a veces nos habrá llevado hacia la oscuridad de los propios pliegues  para descarnar –aflorando- nuestro yo màs intimo y sus confusiones.

Hay subyaciendo una materia ambigua que se ofrece sorprendente, que perpleja y despabila nuestra percepción en una condensación que revela una verdad secreta.

Conviven en estos poemas tiempos varios que se manifiestan tanto en la inmediatez de su resolución como en “Con las flores”, o  en la espera inmarcesible de “Sapiencia” o de “Continente-peregrino”.

“Rosario” en tanto lo rebela y revela en su paternidad como “el” hito. Nos recuerda allì al Teuco Castilla de “El Oculto” cuando dice: “dentro de sus hijos, indefenso, dura el padre, intruso en su propio nacimiento”.

A sus vidas y sobrevidas en su propio temblor  nos invita con la lectura que les comparto:


 LA GENEROSA MEZQUINDAD DE ORLANDO VALDEZ

A modo de ars poética O.V. desliza su “subversión del signo” en cada uno de sus versos y sediciosamente lo logra desordenando el mandato del lenguaje y volviéndolo a montar como un fino arte/sanal de encolumnar palabras/noctilunios falsificando una nueva métrica a la japonesa. Esta es su generosa entrega innovadora del mezquino trazo del acto -una crítica ora a la amenazante pobreza de la Obscuridad ora a su ambigua riqueza- donde su poema Sapiencia, la sustracción de artículos, en fin, la sustracción, o el uso de los infinitivos dan cuenta clara de ello.
Lo diferente hay que hallarlo por lo demás en la belleza de sus imágenes: “disloque de pájaros”, “añicos de noches”, “la brisa que penumbra”, “la sombra de la noche amanece”.
La ciudad y la noche cobran protagonismo como geografía corporal, como ®rosario de vocablos que habitan los ojos de una mujer. Los ojos siempre presentes los ojos como oxímoron (sombra que abrasa; “tus ojos oscuros de luz”), como ojos que no corresponden amorosamente y dañan la propia mirada (ciega la ajenidad) o como analogía de la dureza y la frialdad (“con metal”).
Esta poesía es sensorial aunque a veces la mirada sea contemplativa y hasta el ánima se enceguezca en la ferocidad del insomnio, en el elogio de las sombras, “astillas de sombra”.
Después del ocaso O.V hace parir a una luna multípara y omnipresente a lo largo del libro, lunadas de poemas escritos/fecundados a lo largo de una jornada noctívaga que se pretende eterna: la obscena luz de luna boca arriba o de pies descalzos, la “luna que adelanta su muerte”, “otra luna cielo al final algo”. Preñez de restos, disloque de hueso de la luz matinal,” obscenidad del tras luz”.
Si el cielo “infinitamente diáfano”, si la claridad escindida es construida como deuda, ello se debe a que se torna turbio aquel de tantas lunas hambrientas y máculos amantes.
(Acerca de El mezquino trazo del acto, poemas de Orlando Valdez, Rosario , marzo 2013, Laborde Editor, 2ª Edición)

DAVID ALBERTO FUKS



El uso del pronombre demostrativo ESA  más la predominancia de las vocales O, A, E en ESA MUJER; en ESA QUIETUD DE MUJER y en ESA SEÑORA; así como el uso del artículo determinante EL  en EL y de EL/ELLA  en SIN FE dan una cohesión al entretejido poético que inicia el poemario de Valdez.
El poema NI DIOS previo a la segunda parte del poemario pareciera darme la razón: la noche, la muerte, diablas de ojos negros, “el mezquino trazo del acto“...
De poemas breves a más breves aún. En OTRO CIELO los títulos son casi tan largos como los poemas. Algunos no se leen, se rumorean como LOS AMANTES furibundos, con la aliteración de los sonidos de las letras M  y  S.  De sonidos cerrados a sonidos abiertos y claros como CUANDO NADA ES IGUAL o SANGRADA.
Con Las (24) horas, Valdez da una vuelta completa alrededor de su propio reloj. En su tempo aparece Dios, aparece ELLA, también ELLAS. La luz, la flor, la rosa, la fe, la noche, la oscuridad, el cielo, la muerte, el beso, la luna.
De: Corina Moscovich [mailto:corinamoscovich@gmail.com]
Enviado el: domingo, 07 de abril de 2013 06:38 p.m.
Asunto: PUB: El mezquino trazo del acto




(EL MEZQUINO TRAZO DEL ACTO)

 

-----Mensaje original-----
De: Hugo Mujica  Enviado el: viernes, 31 de octubre de 2014 08:29 a.m.
Para: VALDEZ Orlando
Asunto: PUB: “EL MEZQUINO TRAZO DEL ACTO

Gracias por tu libro, nada "mezquino" por cierto, al contario, logras, quebrando acertadamente el lenguaje, multiplicar las voces de lo tácito...
un abrazo

h.
www.hugomujica.com.ar

De: susana valenti [mailto:valentisusana@gmail.com]
Enviado el: sábado, 05 de julio de 2014 11:23 a.m.
Para: VALDEZ Orlando TERNIUM SIDERAR
Asunto: Valdez de Susana Valenti


"La poesía de Orlando Valdez parte de una contención expresiva en la que el
espesor conceptual interpela, cuestiona y se interroga desde un ámbito existencial
comprometido con el dolor, la muerte, Dios, entidades unitivas e inexorables en
estos enunciados.

El lenguaje austero y depurado prescinde de lo explícito para acceder, desde la
síntesis, a una movilidad subliminal que instaura entre líneas el ejercicio silencioso
y elemental del análisis, ligado a esa conciencia  misteriosa retenida en los textos.
En "El mezquino trazo del acto", lo efímero, la altura, la intemperie, la eternidad
postulan una correlación entre el mundo suficientemente sombrío y bello y la utopía
de un habla que linda con lo no dicho, creando verdaderas pulsaciones monológicas
donde el vacío y el sueño aparecen como referentes de la plenitud humana". 

                                                                                            Susana Valenti
                                                                                  Rosario, junio de 2014

 
EL MEZQUINO TRAZO DEL ACTO, Orlando Valdez

La lectura de el mezquino trazo del acto (Laborde Editor, Rosario, 2013, 2ª edic.), del poeta Orlando Valdez, supone participar de una experiencia de vida, de vida poetizada y atravesada por un presente que se niega a reconocerse en otro instante que no sea en el tiempo del verbo. Más allá de sus recursos formales este es un libro donde la mezquindad a la que alude el título metaforiza la imposibilidad de la acción humana para alcanzar la plenitud existencial.

Es cierto, como dice Lisandro González en el prólogo, que la poesía ha de pensarse como ritmo y respiración. En este sentido, el ritmo y la respiración actúan como soportes de una construcción poética que tiende a cobijar en su espacio las vivencias más íntimas del poeta y su mirada sobre las cosas y actividades del mundo.

El amor, la soledad, aparecen como entidades encarnadas y vulnerables a la fugacidad del tiempo, que el poeta trata de detener mediante una dislocación de los tiempos verbales y un eficaz impresionismo sintáctico [con brillo / de gota / de rocío / reverbera / aquí / al lado / una de las lunas / el enigma / de la espuma / / que tenaz / hubiera de morir / en / la sombra de tus ojos / cuando abrasa / la terribilidad / y tirita / la musitación.] Aquí, el uso del antiguo sustantivo terribilidad impregna el poema, evocándolas, de aquellas sombras de lo inefable que dieron carácter al tenebrismo plástico, en especial de Caravaggio. Esto es, eso terrible y sagrado que conlleva la vida humana y que, en la poesía de Valdez, se traduce en una religiosidad laica. [como plegaria de muchedumbre / se hunde / con el filo de cuchillo / donde nadie salva a nadie / ni nada / la sangre de la ofrenda / de / rostros que miran llegar / en lentitud de noche otro / que no viene del polvo / sin luna ni ocaso / con metal en los ojos / como si algún dios creara / en él o viceversa huracanes // como chispas taciturnos / guerreros de la oscuridad.]

En este contexto gestual, el panteísmo que trasunta la poesía de Orlando Valdez no es romántico, no es panteísmo del yo atribulado del poeta, sino expresión de una realidad contaminada de dioses dudosos, de los que el poeta se aleja por afasia, y ángeles profanos -máscaras / a mi lado / como añicos de noches / salen del silencio- donde los elementos naturales son reflejos casi inertes de la condición humana, de sus sentimientos y de sus gestos [transfigurada / en el agua / la piedra / es un mil / cuando / sola / en igual lugar / esa mujer / arroja / su belleza / y su espejito.]

Poetizar del modo como lo hace Orlando Valdez es situarse en un lugar extramuros del convencionalismo, tanto para el poeta como para sus lectores, pues el resultado no hace concesiones al facilismo ni al costumbrismo urbano que han sancionado un decir poético rutinario y que seguramente le darían "prestigio" popular. La poesía de Orlando Valdez no es poesía popular. Es poesía.

Publicado porAntonio Telloenviernes, enero 23, 2015

 

"el mezquino trazo del acto" - poemario de Orlando Valdez

Su libro ya desde su diseño, marca una desobediencia a lo establecido. Me adentré en sus textos como quien sube una escalera (el poemario) de sesenta y seis escalones (sus poemas) sin barandas (gramática convencional). Tres descansos (sus separaciones). La presencia de mayúsculas y minúsculas sin estratificaciones, la desafiante anarquía en su particular manera de expresar-se en cuanto a la supresión total de puntuaciones o en cuanto a que el sujeto no siempre está en donde debiera remitir el predicado “hoy vale/ la falacia/ a que nunca/la ternura/ sacar/ de la normalidad”- “de noche ella/ de ella ocurre”. La verbalización asertiva de algún sustantivo: “la brisa que penumbra”. Los artículos sutilmente corridos: “de otra rama a rama”. La libertad en la forma de los versos y las palabras nos conducen hacia una poesía aparentemente hermética, intimista, sin códigos gramaticales ortodoxos. Sin embargo, si uno se deja llevar por el ritmo implícito de la poesía toda, en una lectura que nos obliga a las pausas en el momento oportuno, el alma del poeta se abre como se abren los pétalos cuando el sol besa las flores de calor y vida. Allí aparecen la angustia “y hoy aquí/ dios ahí/ y así/ llorando palabras”, la denuncia social “si no te vas/ encontrarás emergencias/ la ciudad/ entre tiflos/ y al final/ como disparos a Lepratti a”, el destierro “como si borrara al través de mí/ el itinerario/ hallándome trasunto”, el tránsito existencial en su totalidad y explícitamente “era después apenas/ tan después la noche y lejos/ la muerte aunque/ ya la tenía”. El contraste, la dialéctica. A propósito del contraste, al final, aparece la noche señalada en sánscrito, francés, italiano y guaraní (su lengua materna) en sendos poemas. La universalidad en “el mezquino trazo del acto” que nos deja en el borde.

Juanchi Galeano 25 de marzo de 2015



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